El plan Marshall

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Al término de la Segunda Guerra Mundial, Europa se encontraba en una situación desesperada. La producción económica se había reducido a sólo el 20% de lo que fuera antes de la contienda. La mayoría de los países estaban en bancarrota. Los bombardeos habían destruido ciudades enteras y sistemas de transporte. Enormes masas de refugiados y de personas desplazadas se movían por el continente, y una aguda escasez de alimentos azotaba a la población. A la crisis material había que sumar la sensación de crisis espiritual. El efecto de desaliento se incrementaba cada día con la información que afloraba de crímenes de guerra, especialmente por las atrocidades cometidas en los campos de concentración nazis.








En 1945 no existían dudas acerca del enorme poder de los Estados Unidos. Su fuerza militar había sido decisiva para dar fin a la guerra. La explosión de las dos bombas atómicas sobre Japón confirmaba su proeza técnica y la superioridad militar. Durante la guerra, la economía norteamericana creció hasta el punto de que representaba el 50% del producto interno bruto del mundo entero, poseía el 80% de las reservas mundiales de oro, producía la mitad de las manufacturas del mundo y su moneda, el dólar, se convirtió en el pivote del sistema monetario y comercial internacional.








En este escenario el principal motivo de preocupación de Estados Unidos era que si la economía europea se desplomaba, la economía norteamericana caería en picada. Los estadounidenses no podían vender nada a una Europa en quiebra. Así, en junio del mismo año, el secretario de Estado George Marshall anunció el plan destinado a aportar sumas considerables a la economía europea, con el fin de restaurar la prosperidad y reducir las oportunidades políticas del comunismo en Europa occidental. El inminente avance del comunismo logró lo que el argumento económico o humanista no lograron. El 2 de abril de 1948 el Congreso aprobó la Ley de Recuperación Europea, que en un principio se planteó hasta por 17 mil millones de dólares. A diferencia de las ayudas anteriores, que formaban parte de una diplomacia económica agresiva, el plan Marshall adoptó la forma de donaciones (90%) más que de créditos (10%). Entre 1948 y 1952 16 países europeos obtuvieron cerca de 13 mil millones de dólares de los Estados Unidos, repartidos de manera desigual. Estados Unidos tenía tres objetivos claros: Prevenir la expansion del comunismo en Europa Crear una estructura que favoreciera la implantacion y el mantenimiento de regimenes democraticos Impedir la insolvencia Europea ya que derrumbaria las economias La implantación del Plan Marshall en los países europeos trajo consigo la más intensa propaganda internacional jamás vista en tiempos de paz. El programa de reconstrucción no se limitó a actuar sobre el campo económico, sino que también se aseguró de proyectar los patrones culturales de Estados Unidos sobre Europa. A partir de 1948 los norteamericanos exportaron a Europa cientos de documentales y programas de radio, miles de noticieros cinematográficos y millones de panfletos propagandísticos. Promovieron conciertos, concursos de ensayos, competencias artísticas, calendarios, estampillas postales, tiras de caricaturas, teatros guiñol, etcétera. Lanzaron en las fronteras de los países que se encontraban bajo la órbita de la URSS millones de globos con mensajes pro-Estados Unidos. Todo este esfuerzo tenía un fin: influir lo más posible sobre las mentes europeas para encaminar actitudes y mentalidades hacia la visión del mundo estadounidense. Después de todo, Estados Unidos era un modelo de éxito.








La promoción del esquema de vida norteamericano (American way of life) estaba dirigida especialmente a los trabajadores, que era la capa social más proclive a “caer en las garras” de los comunistas. Además, ellos eran identificados como los principales consumidores potenciales de los productos norteamericanos. La mayor campaña ideológica se dio en Italia, un país donde los comunistas podían alcanzar el poder político. En la propaganda estadounidense se insistía en los beneficios de la producción en masa y se mostraban escenas de prosperidad apoyadas en el consumismo (de productos norteamericanos).
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